Page 239 - La Penúltima Verdad - Philip K. Dick
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La penúltima verdad Philip K. Dick 239
sido construido para resistir cualquier tipo de inspección
hostil.
Tuvo entonces una tétrica premonición. Iba a costar días
y hasta semanas averiguar lo que contenía aquel
«televisor portátil», que resistiría los mejores esfuerzos de
sus técnicos más escogidos.
En sus manos tenía el instrumentó de muerte. Sólo que
iba a resultar condenadamente difícil el poder
demostrarlo.
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Las huellas, la pista, comenzaban en el torcido marco de
aluminio de la ventana, cuyo vidrio había sido fundido.
Los dos robots de Webster Foote se acercaron a la ventana
para fotografiar y analizar hasta qué punto exactamente
había sido torcido el metal, medir su deformación y
calcular la presión, en kilos por centímetro cuadrado,
capaz de deformar de tal modo el metal.
Los robots de Foote, a fuer de máquinas perfectas y
eficientes, recogían minuciosamente todos los datos. Pero
él no sentía nada, miraba sin ver; parecía no importarle
todo aquello, ni interesarle la investigación.
‐Una mancha de sangre, señor Foote ‐le comunicó uno
de los robots.
‐Bien ‐dijo él con indiferencia.
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