Page 244 - La Penúltima Verdad - Philip K. Dick
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La penúltima verdad Philip K. Dick 244
viaje por medio de su piloto automático, Webster Foote
llegó a Moscú.
A sus pies se extendían las instalaciones, tan gigantescas
como aparentemente caóticas, que albergaban los
estudios cinematográficos de Eisenbludt. Con el interés
que siempre le había inspirado aquella inmensa fábrica
de falsificaciones, Foote miró hacia abajo, observando que
desde su última visita a Moscú los estudios habían sido
ampliados. Habían surgido varios edificios nuevos
construidos por robots aprovechando ruinas, y
probablemente llenos ya de industriosa actividad
consistente en representar la destrucción simulada de
ciudades... Según creía recordar, la próxima ciudad, que
figuraba en la lista de la Agencia era San Francisco, y ya
se veían los decorados con el puente, la bahía y las
colinas... una hermosa y variada escena que sería puesta
a punto por un ejército de artesanos.
Y más allá, donde antaño se alzaba la fortaleza del
Kremlin antes de que el misil autodirigido «Reino
Unido», enviado por los Estados Unidos durante la
Tercera Guerra Mundial, hubiese destruido hasta la
última partícula de su viejo ladrillo rojo se extendía la
villa del Mariscal Harenzany, que por su tamaño era la
segunda propiedad privada de la Tierra.
La más extensa, por supuesto, era la de Brose, en
Ginebra. Y con todo aquel amplio parque con sus altivos
edificios centrales, verdaderos palacios dignos de un
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