Page 238 - La Penúltima Verdad - Philip K. Dick
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La penúltima verdad Philip K. Dick 238
contigua, para examinar la ventana por donde había
entrado el presunto asesino.
En el suelo vio un televisor portátil.
Se inclinó y lo cogió por el asa, despreciando la
posibilidad de estropear eventuales huellas dactilares; era
improbable que el asesino se hubiese molestado en
transportarlo de un lado a otro.
Aquel aparato de televisión pesaba demasiado para ser
portátil. Foote lo levantó con dificultad. En voz alta,
exclamó:
‐¡Ya lo tenemos!
Desde dentro de un armario, donde trataba de abrir la
caja que contenía la grabación de ondas cerebrales, uno
de los robots de Lindblom dijo:
‐¿Cómo dice usted, señor?
Foote contestó:
‐Este es el asesino. Este televisor.
‐Señor ‐observó el robot de Lindblom, con algo parecido
a una risita‐, un televisor portátil no es un instrumento
capaz de producirle la muerte a un ser humano...
‐¿Quieres ocuparte tú ‐le dijo Foote‐ de encontrar al
asesino de tu amo? ¿O prefieres que lo haga yo?
‐Por supuesto, señor Foote, usted es quien debe hacerlo.
‐Gracias ‐repuso Webster Foote con acritud. Y se
preguntó cómo podrían abrir aquel objeto camuflado bajo
la forma de un televisor portátil. Porque si su hipótesis
era correcta, resultaría dificilísimo abrirlo, pues había
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