Page 246 - La Penúltima Verdad - Philip K. Dick
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La penúltima verdad Philip K. Dick 246
puras reliquias de la época de la Sociedad de Naciones. Y
aquellas dos oligarquías gemelas pero rivales gobernaban
a través de un semidiós: la fábrica de falsificaciones de
Gottlieb Fischer. Gobernaban gracias a la cínica
perfección con que éste manipulaba todos los medios de
información. Pero ellos, los militares, no sabían con
exactitud cómo manipular esos medios. Sólo Fischer lo
sabía. La guerra estalló pero pronto ambas oligarquías
establecieron un pacto. Para entonces Fischer ya había
muerto, pero dejó un aventajado discípulo: Stanton Brose.
Pero además de esto parecía haber otra cosa. ¿Un
carisma, tal vez? ¿Aquella aura mágica que poseyeron los
grandes caudillos de la historia como Gandhi, César,
Inocencio III, Wallenstein, Lutero y Roosevelt? O tal vez
fuese simplemente que Brose era Brose. Gobernaba desde
que terminó la guerra; el semidiós lo había conseguido
esta vez, había conseguido usurpar la autoridad
suprema. Pero incluso antes de esto ya era poderoso;
había heredado ‐al pie de la letra, ante los tribunales‐ los
estudios e instrumentos que fueron de Fischer. La fábrica
de trucos sine qua non.
Qué rara fue la muerte de Fischer, tan repentina y
trágica, en las profundidades del espacio...
«Ojalá ‐se dijo Foote‐, tuviese yo aquella máquina del
tiempo a la que tiene acceso Brose gracias a los Archivos
de Armas Avanzadas. Enviaría un paquete de
instrumentos de detección para conseguir grabaciones
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