Page 237 - La Penúltima Verdad - Philip K. Dick
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La penúltima verdad                           Philip K. Dick   237


              ‐Sí,  señor  Foote ‐respondió  el  robot  jefe  del  grupo,

           cumpliendo la orden.


              ‐Mi compañero del tipo VI ‐le informó a continuación

           con  su  graciosa  voz  metálica‐  me  responde  que  eso  es

           imposible. El asesino del señor Lindblom debe estar en el


           dormitorio  o  en  una  habitación  contigua;  otra  cosa  es

           imposible.

              ‐Quizá  sea  así  según  vuestra  lógica  de  robots ‐le


           contestó  Foote‐.  Pero  los  hechos  empíricos  indican  lo

           contrario. ‐Volviéndose hacia sus dos robots, les ordenó‐:

           Registradlo todo. Suponiendo que el asesino haya sido un


           ser  humano  y  no  un  robot,  hay  que  prestar  atención

           especial  a  la  presencia  de  huellas  orgánicas.  Depósitos


           dérmicos, cabellos...

              Uno  de  los  robots  de  Lindblom  del  tipo  más

           perfeccionado le observó:


              ‐Señor Foote, en la pared hay un receptor empotrado de

           ondas cerebrales. Si usted lo desea, podemos facilitarle la


           llave.

              ‐Bien ‐dijo Foote‐. Me llevaré las grabaciones.

              ‐También  hay  una  grabadora  de  sonido,  de


           funcionamiento automático.

              ‐Estupendo.

              Eso, si el asesino había sido un ser humano que hubiese


           dicho  algo  y  pasado  cerca  de  los  sensores  del  aparato

           receptor de ondas cerebrales. Pensativo, Webster Foote

           volvió a entrar en el dormitorio y luego pasó a la pieza




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