Page 249 - La Penúltima Verdad - Philip K. Dick
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La penúltima verdad Philip K. Dick 249
Adams para terminar probablemente con el propio Brose
y posiblemente conmigo también, de propina».
«Un muñeco asegurado con tuercas a una mesa de roble
y programado por Megavac 6‐V. Lo que no le impidió
apostarse tras un peñasco en la zona radioactiva de
Cheyenne para disparar un rayo desintegrador contra
dos robots veteranos. Para salvar la vida de quien sin
duda no era sino otro pobre recluso que se abrió camino
hasta la superficie para respirar una bocanada de aire
fresco y ver el sol un rato. Un ex recluso a la sazón, oculto
entre las ruinas de Cheyenne con otros como él, viviendo
y esperando sólo Dios sabe qué. Y luego aquel muñeco,
aquel simulacro llamado Talbot Yancy, regresaba a su
mesa de roble, atornillaba de nuevo sus tuercas sin que
nadie en la Agencia se diera cuenta, para continuar su
existencia programada por la computadora y reducida a
pronunciar discursos». Aceptando resignado la aparente
locura de todo aquello, Webster Foote continuó hacia la
salida de la plataforma de aterrizaje, en dirección al
despacho del Mariscal Harenzany.
Media hora después, llevando en su bolsillo un extenso
documento en toda regla que le autorizaba a utilizar los
servicios de la computadora, documento que le había
sido entregado por uno de los funcionarios de
Harenzany, se detuvo ante la inmensa computadora
soviética B B‐7. Con ayuda de los amables y correctos
técnicos rusos, introdujo los siete datos falsos que su
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