Page 252 - La Penúltima Verdad - Philip K. Dick
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La penúltima verdad                           Philip K. Dick   252


              Su  intuición,  sus  facultades  paranormales,  seguían

           vigentes; no beneficiaría a nadie ‐y menos a él‐ decirle a


           Stanton Brose cómo estaban las cosas en este momento.

              Porque  Brose,  y  esta  era  la  causa  de  su  inquietud

           personal  podría  saber  muy  bien  lo  que  significaban  y


           obrar en consecuencia.






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              El barbudo Jack Blair dijo en tono afligido a Nicholas:


              ‐Lo siento, Nick, pero no tenemos ni un mal camastro

           que ofrecerte. Al menos, por ahora. Conque tendrás que


           dormir en el santo suelo.

              Estaban todos reunidos en la semipenumbra de lo que

           habían sido sótanos de cemento de la oficina central de


           una compañía de seguros. La compañía había dejado de

           existir  hacía  muchos  años,  junto  con  la  poderosa


           estructura  de  acero  y  hormigón  que  la  albergaba;  los

           sótanos  habían  subsistido,  en  cambio.  Y  aquellos

           hombres sentían por ellos gran aprecio.


              A su alrededor y en todas partes Nicholas vio a otros ex‐

           moradores de los tanques, que ahora vivían hasta cierto

           punto  en  la  superficie.  Pero  aún  seguían  completa  y


           sensiblemente privados de todo; desprovistos de lo suyo,

           en el sentido físico más literal.







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