Page 257 - La Penúltima Verdad - Philip K. Dick
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La penúltima verdad Philip K. Dick 257
‐¡Por Dios, hombre! ‐masculló Blair, agarrándolo y
apartándolo de Lantano. Luego, en voz baja y colérica,
susurró al oído de Nicholas‐: ¿Qué te propones? ¿Quieres
que se enfade? El ya sabe que está quemado, pero ten en
cuenta que viene aquí todos los días para que sigamos
vivos. Y ahora tú vas y le dices que...
‐No está quemado ‐repuso Nicholas, y se dijo a sí
mismo: «Este hombre es un indio; un cherokee de pura
raza. Basta ver su nariz. Y para explicar su color lo ha
atribuido a quemaduras de radiación. ¿Por qué? ¿Acaso
hay una ley que le prohiba ser... cómo era ese hombre...
sí, hombre de Yance... formar parte de la minoría
gobernante? Quizá los privilegios estaban reservados a
los blancos, como en los antiguos tiempos, cuando aún
existían prejuicios raciales».
Lantano dijo entonces:
‐Señor Saint‐James... permite que te tutee y te llame
Nick a secas... Siento que hayas tenido un encuentro tan
violento con mi séquito, esta misma mañana. Los dos
robots que te atacaron eran tan agresivos porque... ‐
hablaba con voz tranquila; se le notaba tranquilo y nada
molesto por las palabras de Nicholas... en realidad, no se
mostraba susceptible por el color de su piel; Blair estaba
completamente equivocado...‐ los dueños de otras
propiedades limítrofes con la mía, desean adquirirla ‐
prosiguió Lantano‐. Entonces envían sus robots aquí
armados de contadores Geiger, confiando en que haya
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