Page 282 - La Penúltima Verdad - Philip K. Dick
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La penúltima verdad                           Philip K. Dick   282




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              El muchachito moreno dijo con timidez:

              ‐Me llamo Timmy.


              Su hermanita, que estaba a su lado, sonrió y dijo en un

           susurro:

              ‐Y yo me llamo Dora.


              ‐Hola, Timmy y Dora ‐les saludó Nicholas. Volviéndose

           hacia  la  señora  Lantano,  que  aguardaba  a  un  lado,  le

           comentó‐: Tiene unos hijos muy guapos.


              El ver a la esposa de David Lantano le hizo recordar a

           la  suya,  Rita,  que  aún  seguía  allá  abajo,  llevando  la


           condenada vida de los hormigueros humanos. Una vida

           que tenía todas las trazas de eternizarse, porque incluso

           las personas decentes de la superficie, los hombres como


           David Lantano y, si había entendido bien, Louis Runcible,

           el  magnate  de  la  construcción,  ni  siquiera  aquellos


           hombres tenían esperanzas ni nada que ofrecer a los que

           vivían  en  los  tanques.  Excepto  agradables  e  higiénicas

           prisiones en la superficie, como en el caso de Runcible, a


           cambio  de  las  prisiones  más  oscuras  y  abarrotadas  del

           subsuelo. Y en cuanto a Lantano...

              «Sus robots me habrían matado ‐se dijo Nicholas‐. A no


           ser porque apareció en escena Talbot Yancy provisto de

           un arma terrible».

              Se volvió hacia Lantano para decirle:




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