Page 304 - La Penúltima Verdad - Philip K. Dick
P. 304

La penúltima verdad                           Philip K. Dick   304


              ‐Como que los robots de Lindblom le conocen a usted y

           saben que era íntimo amigo de su dueño... ‐tras una ligera


           vacilación,  Foote  agregó‐:  Le  recomiendo  que  vaya  y

           emplee  las  ondas  alfa  como  tropismo  para  dirigir  un

           dardo  homeostático  convencional  de  gran  velocidad.


           Instálelo en un lugar  disimulado de su despacho en la

           Agencia, para que se dispare automáticamente tan pronto

           como capte y registre la presencia de esa peculiar onda


           cerebral.

              Se hizo silencio.

              ‐¿Podría  instalarse  esta  misma  noche? ‐preguntó


           Lantano a Foote.

              ‐Sólo  se  requieren  unos  minutos  para  instalar  el


           mecanismo de disparo de este dardo ‐contestó Foote‐ y

           para  programarlo.  El  poner  después  el  dardo  en  la

           posición adecuada es un juego de niños.


              Adams le preguntó:

              ‐¿Tiene... usted esa clase de arma?


              ‐No ‐repuso Foote. Lo cual era verdad. Por desgracia, no

           poseía ningún dardo de esas características.

              ‐Yo tengo uno ‐terció Lantano.


              Foote dijo entonces:

              ‐Quedan  centenares  de  esos  dardos  homeostáticos  de

           gran velocidad con punta de cianuro de los tiempos de la


           guerra, cuando estaban en acción los asesinos comunistas

           internacionales,  y  miles  de  los  de  baja  velocidad  cuyo

           rumbo puede corregirse después del lanzamiento, como




                                                                                                             304
   299   300   301   302   303   304   305   306   307   308   309