Page 306 - La Penúltima Verdad - Philip K. Dick
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La penúltima verdad Philip K. Dick 306
dónde lo ha puesto, ni cuándo o cómo lo instaló, pero sé
que está en la habitación, y funcionando.
‐Es verdad ‐murmuró Foote entre dientes.
‐Conque no tenemos más remedio que seguir adelante ‐
intervino entonces Adams‐, y esta misma noche, como él
dice. Muy bien, volaré inmediatamente a casa de
Lindblom para procurarme ese trazado cerebral; se lo
devolví al robot tipo VI que está allí de jefe. ‐Vaciló, al
pensar de pronto en algo‐. El Gestalt‐macher poseía ese
trazado. ¿Cómo lo consiguió? Lo tenía la persona que lo
programó, y sólo pudo ser el mismo Brose. Ahora creo
que tiene usted razón, Lantano; fue Brose quien
suministró esos datos a la máquina.
‐¿Acaso creyó usted ‐dijo Lantano con voz tranquila‐
que había sido yo el que envió esa máquina para matar a
su amigo?
Adams titubeó antes de contestar.
‐No sé. Alguien tuvo que hacerlo; eso era cuanto yo
sabía. Eso, y la ficha que usted sabe; me pareció que...
‐Me parece que usted lo creyó ‐dijo Foote.
Lantano le miró y sonrió, no con la sonrisa de un joven,
sino con una sonrisa que tenía algo muy antiguo, llena de
sabiduría primitiva. Una sabiduría elíptica e indómita,
que podía permitirse el lujo de ser amable y tolerante,
porque había visto muchas cosas.
‐Usted es un indio americano ‐ dijo Foote,
comprendiéndolo todo de repente‐. Procede del pasado
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