Page 302 - La Penúltima Verdad - Philip K. Dick
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La penúltima verdad                           Philip K. Dick   302


              Lantano repuso, mirando fijamente el mapa militar de

           Foote:


              ‐Yo le proporcionaré el arma. Deje esa parte para mí.

           Creo que éste es el punto, en efecto ‐puso el índice sobre

           el lugar que Foote había indicado en el mapa‐. Empiece


           usted las excavaciones; yo me encargaré de sufragarlas.

              Se volvió de nuevo hacia Adams, que estaba en pie ante

           la puerta, totalmente rodeado por sus robots y los agentes


           de Foote.

              ‐Brose  tiene  que  ser  eliminado.  Sólo  es  cuestión  de

           tiempo, de saber quién lo haga y con qué equipo técnico ‐


           y  dijo  luego  a  Foote‐:  ¿Qué  arma  recomendaría  usted?

           Adams verá a Brose en la Agencia esta misma semana y


           en su propio despacho. El despacho de Adams, quiero

           decir.  Por  lo  tanto,  no  necesita  llevarla  encima;  puede

           tenerla en la oficina, camuflada. Sólo necesitará llevar el


           mecanismo  de  disparo  o  hacer  que  ésta  se  dispare

           automáticamente en el momento preciso.


              «Extraordinario ‐pensó Foote‐. ¿Acaso he venido aquí

           para  esto?  Mi  visita  tenía  que  ser  un  pretexto  que  me

           permitiese averiguar más cosas sobre David Lantano. Y


           en lugar de eso... me encuentro metido, o, mejor dicho, se

           me invita a participar en una conspiración para asesinar

           al hombre más poderoso del mundo, y que dispone de un


           mayor  repertorio  de  armas  ultramodernas.  El  hombre

           que nos inspira a todos un temor indecible».







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