Page 312 - La Penúltima Verdad - Philip K. Dick
P. 312

La penúltima verdad                           Philip K. Dick   312


              ‐Que  cualquier  hombre  de  Yance  puede  sacar  de

           cualquiera  de  las  tres  grandes  computadoras ‐le  atajó


           Foote,  cuya  voz  no  podía  ser  oída  por  Joseph  Adams

           entre el estrépito que armaban los robots de su séquito‐.

           Lantano,  dejémonos  de  rodeos:  usted  lo  sabe.  ¿Es  usted


           responsable de la muerte de Lindblom? Me gustaría dejar

           aclarado  este  punto  antes  de  embarcarnos  en  esta

           aventura.


              ‐¿Tan importante es? ¿Cree de veras que vale la pena

           saberlo?

              Foote contestó:


              ‐Sí. De todos modos, le seguiré.

              Porque si no le seguía, sus vidas estaban amenazadas;


           el aspecto moral ya no tenía importancia a estas alturas.

           Había  dejado  de  tenerla  desde  que  instaló  el  aparatito

           transmisor. Si alguna vez alguien había sido víctima de


           su propia habilidad profesional, era él...

              ‐Sí yo programé la máquina ‐dijo Lantano, conciso.


              ‐¿Por qué? ¿Qué le había hecho Lindblom?

              ‐Nada. En realidad, estaba en deuda con él, puesto que

           fue por su mediación como obtuve la máquina para viajar


           a través del tiempo; de no haber sido por él, yo ahora no

           estaría aquí. Y antes que él... ‐tras un brevísimo titubeo,

           añadió‐: También maté a Hig.


              ‐¿Por qué?

              ‐Pues  maté  a  Hig ‐dijo  Lantano,  en  tono  indiferente‐

           para detener el proyecto especial. Para salvar a Runcible




                                                                                                             312
   307   308   309   310   311   312   313   314   315   316   317