Page 315 - La Penúltima Verdad - Philip K. Dick
P. 315
La penúltima verdad Philip K. Dick 315
hombres de Yance. Se daba perfecta cuenta de la maldad
intrínseca del proyecto.
Guardó silencio hasta que Joseph Adams despegó
dificultosamente en su volador y se perdió en el cielo
nocturno.
Foote observó:
‐Yo, en su lugar, no habría sido capaz de hacerlo. Quiero
decir, matar a Hig, a Lindblom o a quien fuese.
En su profesión había visto ya demasiadas muertes.
‐Pero ahora está dispuesto a colaborar en esta empresa
‐le dijo Lantano‐, en la muerte de Brose. Eso significa que
incluso usted a llegado a un punto determinado, cree y
opina que no hay otro remedio sino la liquidación física.
Yo he vivido seiscientos años, Foote; sé cuándo es
necesario matar y cuándo no es.
«Sí ‐pensó Foote‐. Desde luego lo sabes».
«Pero ¿cuándo y dónde terminará esto? ‐se preguntó‐.
¿Será Brose el último? Nada nos garantiza que así sea».
Su intuición le decía que habría más muertes. Cuando
se inauguraba esta manera de resolver los problemas, se
adquiría una mentalidad incapaz de refrenar este
impulso. Lantano... o Talbot Yancy, como no tardaría en
llamarse, y no por primera vez, evidentemente, había
trabajado durante siglos, para conseguir esto. Era
manifiesto que después de Brose podía tocarle a Runcible,
a Adams o, como venía figurándose desde que aquello
315

