Page 317 - La Penúltima Verdad - Philip K. Dick
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La penúltima verdad                           Philip K. Dick   317


           su  sano  juicio  escoger  entre  estas  dos  alternativas  sin

           perder su cordura? Somos una raza maldita, se dijo Foote;


           el Génesis tiene razón. Si ésa es la decisión que nos toca

           tomar;  si  no  hay  otra  opción  salvo  la  de  hacernos

           monigotes  del  uno  o  del  otro,  peones  que  Lantano  o


           Stanton Brose moverán a su antojo y de acuerdo con sus

           grandiosos planes.

              Pero ¿será eso todo?, se preguntó luego Foote, mientras


           subía  con  semblante  meditabundo  al  volador  para

           sentarse junto a Lantano, quien puso inmediatamente el

           motor  en  marcha.  El  aparato  se  elevó  en  la  oscuridad,


           dejando  atrás  la  zona  radiactiva  de  Cheyenne  y  la

           mansión  a  medio  construir,  brillantemente  iluminada...


           mansión que, indudablemente, tarde o temprano habría

           de quedar terminada.

              ‐Las  piezas  que  forman  el  arma  están  en  el  asiento


           trasero ‐dijo Lantano‐, cuidadosamente guardadas en su

           caja  de  cartón  original,  tal  como  salió  de  la  factoría


           automática.

              Foote observó:

              ‐Eso  significa  que  usted  se  había  anticipado  a  mi


           decisión.

              ‐El viaje a través del tiempo ‐repuso Lantano‐ es una

           escuela muy útil.


              Esta fue su lacónica respuesta; luego siguieron volando

           en silencio.







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