Page 321 - La Penúltima Verdad - Philip K. Dick
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La penúltima verdad Philip K. Dick 321
No le dio más detalles, y era evidente que no pensaba
hacerlo; guardó silencio mientras el volador ultrarrápido
se desplazaba como una exhalación sobre la oscura
superficie de la Tierra, rumbo a la ciudad de Nueva York.
‐No hace mucho ‐aventuró Foote cautelosamente, sin
confiar demasiado en recibir respuesta a lo que iba a
decir‐, algunos de mis mejores agentes, interrogaron a
fugitivos de los tanques que habían conseguido subir a la
superficie, y les hicieron confesar lo que para mí es un
hecho intrigante, a saber: que una débil señal de
televisión, no la normal emitida desde Estes Park a través
del cable coaxial, había aludido en forma velada a ciertas
irregularidades aparecidas en discursos oficiales, que se
daban por auténticos...
‐Ahí cometí un error ‐dijo Lantano.
‐Entonces, fue usted.
Ya sabía cuál era el origen de la señal misteriosa. Una
vez más, una de sus intuiciones había resultado ser cierta.
‐Sí, cometí una equivocación ‐agregó Lantano‐. Que
estuvo a punto de costarle la libertad a Runcible, lo que
para él habría equivalido a una sentencia de muerte.
Lógicamente, tuve que interrumpir las emisiones cuando
descubrí que Brose las atribuía a Runcible. Lo único que
conseguí con ello fue exponer a Runcible a ser liquidado
por los agentes de Brose. Y yo no quería eso, por lo que
desconecté la intercepción que había establecido sobre
uno de los cables coaxiales periféricos... pero ya era
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