Page 322 - La Penúltima Verdad - Philip K. Dick
P. 322
La penúltima verdad Philip K. Dick 322
demasiado tarde. El extraño, tortuoso y astuto pero
infantil cerebro de Brose ya había concebido el proyecto
especial. Los engranajes, se habían puesto ya en
movimiento, y todo por culpa mía. Esta sensación de
culpa me abrumaba. Y fue en ese punto cuando...
‐Usted logró pararle los pies a Brose ‐dijo Foote con
sorna.
‐Tenía que hacerlo; la responsabilidad era sólo mía. Por
mi culpa, la sospecha latente de Brose dio lugar a una
crisis. Por supuesto, yo no podía dar la cara, ni qué decir
tiene. Entonces decidí acabar con Hig. Estando las cosas
ya tan adelantadas, me pareció el procedimiento más
expeditivo, la única manera deponer freno al proyecto,
desbaratándolo de manera definitiva en vez de limitarme
a retrasarlo.
‐Y, cómo usted dice, sin exponerse ni dar la cara.
Lantano replicó:
‐La situación era difícil y peligrosa, y no sólo para
Runcible... ‐Miró de soslayo a Foote‐. Para mí también; y
yo no estaba dispuesto a arriesgar el pellejo.
«Que Dios, me asista, ‐pensó Foote‐, y me libre de este
hombre. Ya desearía veme solo sobre el Atlántico, en mi
volador; y en contacto con Runcible por videófono para
anunciarle mi llegada. ¿Y si Runcible no me hiciese caso?»
Este preocupante pensamiento con todas sus posibles
consecuencias abrumó el espíritu de Foote mientras
cruzaban los Estados Unidos hacia el edificio de la
322

