Page 326 - La Penúltima Verdad - Philip K. Dick
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La penúltima verdad                           Philip K. Dick   326


           larguísima.  Foote  se  preguntó  si  podría  resistir  más

           tiempo.


              O,  teniendo  en  cuenta  la  rapidez  con  que  Brose

           desplazaba sus agentes, si podría, además, contarlo.






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              Después de pasar por la mansión de Verne Lindblom

           para ir a recoger el diagrama cerebral de Stanton Brose,

           que  el  robot‐jefe  del  tipo  VI  se  apresuró  a  entregarle,


           Joseph Adams, su séquito de robots y los guardaespaldas

           que le había proporcionado Foote emprendieron el vuelo


           sin rumbo fijo, sin dirigirse a Nueva York ni hacia ningún

           lugar determinado.

              Cuando llevaba unos cuantos minutos de este vuelo al


           azar, uno de los cuatro agentes de Foote sentados a su

           espalda  se  inclinó  hacia  él  y  le  dijo  con  voz  torva  y


           amenazadora:

              ‐Diríjase inmediatamente a la Agencia de Nueva York,

           si no quiere qué le atraviese con mi rayo láser.


              Adams  notó  en  la  nuca  el  frío  contacto  de  la  boca

           metálica de una pistola láser.

              ‐Creí que era usted mi guardaespaldas ‐rezongó Adams


           entre dientes.










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