Page 60 - La Penúltima Verdad - Philip K. Dick
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La penúltima verdad Philip K. Dick 60
ofensiva verdaderamente terrorífica, el Polifemo X‐B que
dispara guisantes, ha diezmado toda la flota de guerra
ateniense, y con la ayuda de los dioses venceremos...
‐¿Sabes una cosa? ‐observó Lindblom en tono reflexivo,
o así sonaba su voz en el diminuto altavoz del video
instalado en el volador‐, creo que lo vas a pasar mal si uno
de los agentes de Brose está interceptando esta
conversación.
Abajo, un anchuroso río que parecía una cinta de plata
líquida serpenteaba de norte a sur, y Joseph Adams se
acercó a la ventanilla para contemplar el Mississippi y
admirar su belleza. Aquello no era obra de los equipos de
reconstrucción; el río que brillaba herido por los rayos del
sol matinal estaba así desde la Creación. El mundo
primigenio no necesitaba ser reconstruido ni
manipulado, porque siempre había estado ahí. Aquel
panorama, como el del Pacífico, siempre le intimidaba,
porque significaba que había algo más fuerte que el
hombre; algo que había conseguido sobrevivir.
‐Pues que se entere ‐dijo Adams con energía; sacaba
renovadas fuerzas de la serpenteante línea de plata que
contemplaba... fuerzas suficientes para cortar la
comunicación de video. Por si acaso Brose estaba a la
escucha.
Y entonces, más allá del Mississippi, vio un grupo de
sólidas estructuras de obra humana, y éstas también le
causaron una extraña sensación. Era una obra digna de
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