Page 37 - Limbo - Bernard Wolfe
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—Nada hay más cierto —dijo Martine—. Mi



                  gente no puede permanecer tranquila durante


            dos minutos seguidos, este es su problema.


                  Se dirigió hacia la puerta, la abrió, hizo señas a


                  Ubu para que le siguiera.



                  —Bien —dijo—; por el bienestar del poblado,


            terminemos  con  todo  eso.  No  más  cuchillos  ni


            costillas rotas ni ojos negros ni agujas en efigies ni


            tono  ni  bohemia  ni  cobras  en  lugar  de  órganos


            genitales. Pero, hablando en serio, la situación no


            tiene  nada  de  divertido;  es  absolutamente



            necesario  encontrar  un  plan  de  acción.


            Hablaremos mejor en mi despacho.


                  Cruzaron  el  laboratorio  de  animales;  titíes  y


            monos  araña,  pottos  y  loríes  perezosos  alzaron



            sus  vendadas  cabezas  y  miraron  a  los  dos


            hombres  con  indiferencia.  En  el  extremo  más


            alejado  de  la  habitación  cruzaron  una  arcada  y


            entraron  en  la  oficina‐biblioteca  de  Martine.  Se


            sentaron en sillones de paja trenzada.


                  Martine  hizo  un  gesto  con  la  mano  hacia  el



            montón  de  volúmenes  que  se  alineaban  en  las


            paredes, centenares de ellos, las historias clínicas


            y los informes de los experimentos acumulados


            en dieciocho años y medio de Mandunga.



                  —Si vienen los miembros‐raros —dijo—, no

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