Page 571 - El Jugador - Iain M. Banks
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de un depósito situado en las colinas hasta las murallas
de Klaff, detrás de las que había un conjunto de cisternas
gigantes y un complejo sistema de rociadores capaz de
mantener a la fortaleza bajo una cortina de agua mientras
el fuego pasaba junto a ella, aunque ni tan siquiera los
rociadores podían eliminar la necesidad de cerrar y
asegurar todas las puertas y ventanas. Si el sistema de
rociado se averiaba existían unos refugios tallados en la
roca a gran profundidad por debajo del castillo capaces
de alojar a toda su población hasta que el fuego se hubiese
alejado. Hasta el momento el agua siempre había
conseguido salvar a la fortaleza, y el Castillo Klaff seguía
siendo un oasis de sequedad amarillenta rodeado por la
desolación que creaban las llamas.
La tradición exigía que el Emperador ‐‐es decir, quien
hubiera ganado la última partida‐‐ estuviera en Klaff
cuando llegaran las llamas. El Emperador salía de la
fortaleza cuando éstas se habían extinguido y ascendía a
través de la oscuridad y las nubes de humo hasta la
negrura del espacio para atravesarla y llegar al centro de
su Imperio. El cronometraje de la ceremonia no siempre
había sido perfecto, y durante los siglos que llevaba de
existencia hubo varias ocasiones en que el Emperador y
su corte se vieron obligados a refugiarse en otro castillo e
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