Page 147 - La Nave - Tomas Salvador
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que  sabía  existía  teniendo  cerrados  los  ojos.


            Generaciones enteras indefensas ante la oscuridad


            le estaban amarrando con los hilos del miedo.



               Pero el signo de vida que los pasos significaban


            pronto  rompió  la  barrera  de  su  abandono.  Era


            imposible  dejar  de  comprender  que  alguien  se  le


            estaba acercando. ¡Y, había tenido tanto miedo de


            estar  completamente  abandonado!  El  interés,  la



            atención que pudo despertar a su cerebro cansado


            casi  apagó  su  dolor.  Entonces,  los  pasos  se


            detuvieron. Y una voz dijo:



               —¿Qué hace?



               —Está muerto.



               —Está quieto.


               —¿Dónde está?



               —Allí...



               —¿Dónde...?



               —Allí...



               Las  voces  agudas,  finas,  que  respondían,  iban


            quedando lejos, como si no quisieran acercarse. La


            voz  preguntaba,  con  voz  que  le  era  conocida,


            tanteaba, acercándose. ¿Por qué preguntaba y por


            qué  las  restantes  voces  le  iban  diciendo:  «Allí...»


            «Un poco...» «Ahí...»?



               Quiso  hablar  y  le  salió  un  gemido.  Intentó



            incorporarse, y nuevamente el dolor le hizo aullar


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