Page 274 - La Nave - Tomas Salvador
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allá de la rampa colectiva.
—Entonces, sabrías volver, ¿no es cierto?
—Sí...
Creyó notar cierta reticencia en la voz del joven.
—Llévame allí. Es importante.
El muchacho se encogió de hombros, y sin esperar
más se dispuso a cumplir lo ordenado. Uno de sus
compañeros tomó un falux y lo encendió en una luz
de taza. Seguidamente, se dispusieron a partir.
Abul dudó, esperando sin duda una invitación que
no llegó. Lo sintió, pero recordó lo que había sufrido
y no estaba dispuesto a que el ciego sufriera igual.
—Debes quedarte, Abul, para decir a Sad que he
salido y que volveré pronto.
Y volvió la espalda, para no ver la mueca triste del
invidente. Ylis ya había comenzado a andar. Lo
alcanzó y, tras pasar por algunas cámaras
habitadas, varias terrazas donde jugaban los niños,
salieron a una zona deshabitada. Podía caminar
bastante aprisa, aunque tenía un miedo cuya raíz
conocía muy bien. Los muchachos caminaban con
admirable seguridad entre aquella maraña de
barandillas, escaleras recortadas, columnas y
azoteas; pasaron por una rampa ascendente y
cruzaron algunos corredores débilmente
iluminados. En seguida se metieron en una zona de
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