Page 272 - La Nave - Tomas Salvador
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respiración, que estaba despierto. Y preguntó:
—¿Shim?
—Ése soy yo.
—Pronto te olvidaste de nosotros.
—Tienes razón, Abul. ¿Cómo está Dina?
—¿No lo sabes? ¡Vamos a tener un hijo!
Resopló. ¡Buena noticia! Miró al ciego con interés,
con afecto:
—Y los wit no tienen leyes de hijos limitados. Me
alegro, Abul, porque así tendrás un niño
enteramente tuyo.
—Es verdad —dijo Abul sencillamente.
—¿Qué dice Dina?
—Nada. Calla y llora. La escucho cuando nos
acostamos para dormir. ¿Estará contenta? ¿Me
querrá menos cuando tengamos el hijo?
—Igual, Abul; vamos, creo yo. Y atiende, negro
estropeado y tonto —sonrió, recordando que usaba
la misma expresión que Sad—, busca mi veste y
busca también a Ylis. Y no digas nada a Sad, porque
te arranco las orejas.
Abul, pensativamente, preguntó:
—¿Quién eres, Shim? Yo soy kros, como tú, y
ciego, mientras tú no tienes manos; pero a mí nada
me han dado, aparte de Dina. A ti te buscan todos
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