Page 277 - La Nave - Tomas Salvador
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antepasados  se  apagó.  Pese  a  haber  esperado  o


            temido  algo  parecido,  sintió  que  el  corazón  se  le


            paralizaba. Y comprendió perfectamente que Ylus y


            sus  amigos  salieran  corriendo  y  gritando,


            llevándose el falux. Cuando recobró la respiración



            y el pulso, se asomó, tanteando, a la puerta, cara al


            pasillo.  No  se  veía  nada,  pero  a  los  lejos


            continuaban los gritos de los jóvenes. Sintió miedo.


            ¿Habría  de  quedar  abandonado  nuevamente,


            cuando estaba a punto de descubrir un importante


            secreto? Y llamó, llamó desesperadamente, sacando


            a sus pulmones una potencia que desconocía.



               Cuando empezaba a desesperar, creyó notar como


            si  la  luz  del  falux  se  fuera  acercando.  Reprimió


            entonces la urgencia de su llamamiento y procuró



            hallar un acento más optimista.


               —¡Vamos, Ylis! ¿Es que tienes miedo? Se lo diré a


            Sad, se lo diré al padre de la familia.



               El portador del falux, el mismo Ylis, apareció al



            final  del  corredor.  Caminaba  con  visible


            repugnancia y su mano temblaba visiblemente.


               —¡Date prisa, Ylis! ¡Tráeme el falux, y después, si



            tienes miedo, te marchas!



               —No  tengo  miedo  —gritó  Ylis—.  Pero  tú  has


            ofendido al espíritu de la luz. Nos castigará.


               —Si traes el falux y aguardas un poco, verás cómo



            el espíritu de la luz vuelve.

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