Page 269 - La Nave - Tomas Salvador
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Esperanzado, se fue levantando. Sin separarse de la


            pared,  para  no  perder  su  único  punto  de  apoyo.


            Crujían todos sus huesos, lastimados; sus nervios,


            agarrotados; su piel, reseca; pero se fue levantando.


            Y  entonces  le  llegó  el  tremendo,  insoportable,



            latigazo de la luz. Fue como si se le metiera en los


            ojos  la  llama  de  los  falux,  pero  más  fuerte,  más


            insoportable. Cayó al suelo, entre convulsiones.



               Y  la  luz  no  desapareció.  La  luz  existía.  Seguía


            siendo  insoportable,  pese  a  tener  los  párpados


            caídos. Gritó, sin llamar a nadie, en un puro alarido


            de desesperación. Y se desvaneció nuevamente.



               Lo debieron de encontrar así los niños, pues varios


            de ellos intentaban incorporarle. Y en seguida llegó


            Sad, ¡la dulce Sad, la triste!, que se arrojó al suelo


            para abrazarle. Y luego Ylus, y muchos otros wit.



               La  forma  brusca,  precipitada,  de  cogerle  y


            trasladarle le hacía mucho daño; pero se contuvo,


            feliz  por  haber  llegado,  por  estar  otra  vez  entre



            aquellos que le amaban.


               Recobróse a una nueva consciencia cuando Hipo


            terminaba  de  limpiarle  y  aplicarle  un  ungüento



            fresco en los muñones. Supo que era Hipo porque


            le llegó su voz. Decía:



               —Este  kros  es  algo  asombroso.  La  próxima  vez


            que aparezca, ¿tendrá algún hueso sano? Nunca he


            visto a nadie al que le sucedieran tantas cosas y en


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