Page 271 - La Nave - Tomas Salvador
P. 271

—No me asusto. Toma, negro estropeado y tonto,


            bebe.



               Le acercó un líquido refrescante y suave, que le


            dejó  la  garganta  limpia.  Después  de  la  soledad


            pasada,  del  miedo  y  las  tinieblas,  no  quería


            moverse,  ni  hablar  siquiera.  Sin  embargo,


            necesitaba saber a quién se debía el daño último, el


            de la luz. Preguntó:



               —¿Quién me encontró?



               —Mi hermano Ylis y cuatro o cinco como él.



               —Quiero hablar con él.



               —Ahora no; duerme.



               —Dormiré, Sad; ¿puedes cantar tú lo mismo que


            cantaban las niñas de la familia Hipo?







               Abul  debía  de  estar  esperando  pacientemente  a


            que le viera, ya que él no podía ver. Fue lo primero


            que  vio,  cuando  abrió  los  ojos,  sintiéndose


            extrañamente confortado. Por lo visto, había sufrido


            más por el miedo a las tinieblas y las soledades que


            por las caídas, indudablemente amortiguadas por la



            protección  de  la  energía  estática,  especialmente


            fuerte  y  bien  conservada  en  aquella  zona.  Sus


            magulladuras,  aunque  dolorosas,  no  tenían


            importancia.



               Abul,  aunque  ciego,  debió  saber,  por  su



                                                                                                           271
   266   267   268   269   270   271   272   273   274   275   276