Page 280 - La Nave - Tomas Salvador
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Comprendió  que  el  anciano  no  tenía  muchas


            ganas  de  complacerle,  quizá  celoso  de  que  otro


            padre de la familia se llevara a su huésped. De todas


            formas, estaba cansado. Se sostenía en pura tensión


            nerviosa,  y  cuando  ésta  cesaba  le  temblaban  las



            piernas y en los muñones volvían a pincharle los


            latidos del corazón.


               —Y  tenemos  que  encontrar  a  Elio,  para  que



            busque  en  sus  tesoros  si  tiene  algo  que  pueda


            sustituir mis manos.



               —Tienes razón, Shim.


               —No me des la razón siempre, Ylus, y haz lo que



            te pido.



               —¿Qué quieres?


               Levantó los brazos en un gesto desesperado, que


            hizo reír a la familia.



               —¡Muy bien, Ylus! Quiero dormir. Pero no aquí,



            sino en otra cámara donde no haya tanta gente.


               —Como quieras, Shim; vete por allí —y le indicó


            una puerta pequeña, al fondo de la estancia.



               Se dirigió, seguido de Sad. Antes de entrar, Ylus



            gritó:


               —Shim.  ¿Es  que  ya  no  tienes  miedo  a  la


            oscuridad? Llévate un falux.



               —Tienes razón, Ylus: ya no tengo miedo. Prefiero



            dormir a oscuras.


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