Page 308 - La Nave - Tomas Salvador
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—¿Y tú, Sad?



               —Iré  adonde  tú  vayas;  haré  lo  que  tú  hagas  y


            esperaré cuando tú me digas que espere.







               La  cámara  rebosaba  de  seres.  Allá  eran  las


            familias,  agrupadas,  uniformes,  dejando  sentir  en


            su masa el germen de la diferencia; los guerreros de


            Kalr habían llevado sus cortas lanzas y sus escudos


            cromados, y, agrupados, separados de sus mujeres


            e infantes, aparentaban una belicosidad que su jefe


            vigilaba desde el lugar preferente de los padres de


            las  familias;  los  trabajadores  de  la  luz  habían



            acudido  llevando  falux  especiales,  pequeños,  de


            escasa luz, pero multiplicados por cada niño, mujer


            y  varón;  y  los  hombres  de  Hipo,  el  curandero,


            tenían sus mujeres y niños agrupados en el centro,


            con  los  varones  ofreciendo  a  los  wit  reunidos  su


            sabiduría,  bien  para  sacar  una  muela,  bien  para


            aliviar  un  estreñimiento;  y  eran  también  los



            silenciosos y sombríos mons, con sus negras —más


            negras— vestiduras, observando y callando; y eran


            las  altaneras  y  jocundas  mujeres  de  Brisco,


            dejándose  pellizcar  los  muslos  y  ofreciendo  sus


            labios; y eran los símbolos de Ylus, en manos de sus


            varones,  en  despliegue  de  riquezas;  y  eran  los


            curiosos  y  tenaces  hombres  de  Elio,  ofreciendo


            nuevos tesoros a la curiosidad de las tribus...




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