Page 309 - La Nave - Tomas Salvador
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El resultado del trabajo de cuatro ciclos de ozono


            iba  a  ser  expuesto,  sin  que  él,  su  descubridor,  se


            hubiera  repuesto  todavía  de  su  asombro.  Había


            sido un trabajo abrumador, de locura, exponiendo


            el espíritu a tantos y tan encontrados contrastes que



            parecía mentira hubieran podido resistirlo. Brisco


            había  terminado  en  un  ser  silencioso,  tan


            profundamente  afectado,  que  semejaba  haber


            envejecido  muchos  ciclos.  Sad,  como  siempre,  le


            miraba y obedecía ciegamente.



               Y  habían  trabajado,  sin  comer,  sin  descansar,


            mientras  en  los  corredores  la  familia  de  Brisco


            aullaba  ante  aquella  incomprensible  interrupción


            de sus costumbres. Un tiempo dilatado subiendo y


            bajando  planos,  escrutando  espejos,  pulsando



            desniveles,  probando  al  tacto  y  al  instinto  todo


            posible resorte. Un trabajo decepcionante muchas


            veces..., hasta descubrir, en una concavidad frontal,


            bajo un cristal opaco por un lado hasta semejar ser


            material  idéntico  a  las  restantes  paredes,  pero


            translúcido  por  la  otra,  hasta  dejar  ver  el  más


            mínimo detalle de la sala, un extraño aparato, una


            meta, una clave, uno de los tantos servomecanismos


            tan  familiares  como  inexpresivos.  Lo  único  que



            diferenciaba el mecanismo hallado eran sus dientes


            —como  los  había  llamado  Sad,  con  indudable


            fortuna—;  unas  superficies  pequeñas,  blancas,





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