Page 304 - La Nave - Tomas Salvador
P. 304
Pero otra raíz de su sentido político le indicaba
que Brisco podía convertirse en un aliado, en un
amigo. Recordó brevemente cómo en cada visita a
las familias había debido de enseñarles algo, o
descubrirles un aspecto humano de sus vocaciones.
—Brisco...
—Ése soy yo.
—¿Puedes hacer que las mujeres y los niños se
vayan de la cámara?
—¿Para qué?
—No preguntes.
—¿Es necesario?
—No has empezado, y ya estás dudando, Brisco;
¿por qué me llamas, entonces?
No fue fácil ni rápido expulsar de la cámara a la
chillona y vociferante familia. O Brisco conservaba
poco poder, o era costumbre familiar desafiarle con
injuriosas alusiones a sus funciones varoniles.
Brisco sudó, gritó hasta quedar ronco, lloró a veces
y prometió un reparto de telas. Por fin quedó la
estancia vacía, con unos cuantos falux arrimados a
las paredes. Ayudado por Sad, con el nervioso
Brisco como testigo lloriqueante, examinó las
paredes. Le fue relativamente fácil hallar el
cuadrado que encendía las luces actínicas, aunque
dudaba mucho de que un solo resorte pudiera
304

