Page 360 - La Nave - Tomas Salvador
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dejados por el tiempo, al eco que gotea en las


            simas


            calladas, al viejo recuerdo sin memoria cercana.



               No es posible bajar más la pendiente, termina


            la escalera. Los planos son muy bellos. Encendidos


            colores y alfombras engomadas, enseres


            desconocidos


            y símbolos colgados. El Navarca medita:



            —Es el plano de la entrada. Hace setecientos años


            se cerró. No es eso lo que importa. ¿Dónde está


            la puerta? ¿Se abrirá otra vez? ¿Podremos


            contemplarlo?



               Mi sueño me consume. Si el alma de la Nave


            abriera sus dinteles, si la puerta se abriera,


            nuestra enorme aventura habría terminado. Deseo


            terminarla. Anhelo ese momento en que una luz


            distinta


            asombre nuestros ojos, en que la voluntad dormida



            de la Nave cerrada levante sus fronteras y diga:


            «Salid. Terminó la enorme desgracia de los siglos,


            el secuestro del hombre. Habéis sobrevivido


            y conservado la fe. Sois dignos de ser llamados


            los hijos de la Tierra. Salid. Afuera esperan


            la luz, el aire, la fuente y la montaña, los soles


            presentidos y la llanura cierta de un mundo



            sin cavernas, sin vértigo, sin máquinas. Salid.»


               Así dijo, y lloró. Sin entenderle, lloraban a su




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