Page 363 - La Nave - Tomas Salvador
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la silenciosa, apenas una hermosa canción o un
grito
de alegría, apenas una pausa para que los tejidos
se volvieran vestidos. A Shim le fue entregada
una veste azulada orillada de blanca platería;
y los padres de familia tomaron los colores
para todos los suyos: verdes, amarillos, rosas,
blancos...
de forma que las tribus cruzaban sus colores
al modo de las luces que Shim hizo cantar.
Para lucir más lienzo de tan gaya alegría
más largos sus vestidos hicieron las mujeres
y para no mancharlos andaban siempre erguidas.
Pero ésta es otra historia que contaré algún día.
Nervioso, Shim aguarda para cruzar de nuevo
los largos corredores, las antiguas fronteras
y llevar a los suyos a campos inexplorados.
Por el ruido avisados, los negros esperaban
al pie de la frontera marcada por la luz,
apagado el semblante, de blanco sus vestidos
y escasa su palabra. A Shim le acompañaban todos
los jefes wit y sus más claros varones, cien
muchachos con antorchas y diez más con los
regalos
que el pueblo wit hacía: símbolos, lienzos, plantas,
metales de hermosa hechura y falux bien acabados.
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