Page 156 - Anatema - Neal Stephenson
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fragmentos y virutas de metal plateado, que al llegar al
suelo emitían un sonido musical, y algunos de los cuales
dejaban un poco de humo a su paso. Se acercó un
ayudante con un carrito vacío, una escoba y una pala, y se
puso a barrerlos.
—Talla el metal del bloque —dijo Jesry—, no con una
hoja sino con una descarga eléctrica que funde el metal…
—Hace algo más que fundirlo. ¿Recuerdas el color de la
luz? —dije—. Convierte el metal en…
—Plasma —dijimos al unísono, y Jesry siguió
hablando—: Elimina los trozos indeseados.
Lo que planteaba la pregunta de qué era en realidad lo
deseado. La respuesta se encontraba fijada a la parte
superior de la mesa giratoria: una escultura de metal
plateado, fluida y sinuosa como una cornamenta,
hinchándose en algunos puntos para formar bultos
atravesados por agujeros perfectamente cilíndricos. Cord
se sacó una llave de la ropa, que parecía más un arnés que
una prenda, como si su función principal fuese mantener
las herramientas cerca de su cuerpo. Soltó tres tornillos de
banco, devolvió la herramienta al bolsillo asignado, echó
los hombros atrás, dobló las rodillas, enderezó la columna,
alzó las manos y agarró dos protuberancias del objeto que
había fabricado. Se soltó de la mesa. Lo bajó de la máquina
como si fuese un gato al que había rescatado de un árbol y
lo depositó sobre un carrito de acero más antiguo que una
montaña. El Ati lo acarició con la mano. Su sombrero alto
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