Page 161 - Anatema - Neal Stephenson
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—Encantado —dijo Arsibalt, con la voz amortiguada por


          la mano porque había seguido el consejo de Cord—. Yo

          me  llamo  Arsibalt,  bastardo  del  archiprelado  baziano

          local, aunque no lo creas.


            —Creo que ya sangras menos —dijo Cord. De un bolsillo

          se  había  sacado  un  par  de  paquetitos  violeta  que

          desenrolló  para  formar  guantes  de  algún  material


          membranoso  y  muy  fino.  Se  los  puso.  Durante  un

          momento me sentí confundido, hasta que comprendí que

          era una precaución contra las infecciones: algo que a mí


          jamás se me hubiese ocurrido.

            —Por  suerte,  debido  a  mi  tamaño  el  suministro


          sanguíneo de mi cuerpo es enorme —comentó Arsibalt—.

          De lo contrario, creo que me desangraría.

            Algunos bolsillos de Cord eran estrechos, altos y estaban


          dispuestos  en  hileras  perfectas.  De  dos  de  ellos  sacó

          tapones  de  material  fibroso  de  color  blanco,  como  del


          tamaño del meñique, de los que colgaban cordoncitos.

            —¿Qué demonios son? —quiso saber Arsibalt.

            —Absorbedores de sangre —dijo Cord—, uno para cada


          fosa  nasal,  si  quieres.  —Los  dejó  en  las  manos

          ensangrentadas de Arsibalt y miró, en parte nerviosa y en

          parte fascinada, cómo Arsibalt se los ponía con cautela.


          Lio, Jesry y yo miramos sin decir nada.

            Sur Ala llegó con un cargamento de trapos, que en su

          mayor  parte  dejó  caer  al  suelo  para  cubrir  el  charco  de


          sangre. Ella y Cord emplearon los restantes para limpiar



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