Page 165 - Anatema - Neal Stephenson
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cerrar los huecos con vitrales. Pero todavía no habíamos
terminado de instalarlos todos. Un día ventoso y lluvioso
convertía los edificios como ése en un infierno. Pero en
días como aquél no había ningún problema porque
siempre tenías vistas. A medida que subíamos los
escalones de la torre suroeste veíamos la Seo y buena parte
del concento.
Las zonas superiores de esa torre —la parte en la que se
transformaba en pilares y pináculos; en otras palabras, la
parte más alta del mundo a la que podías llegar sin escalar
y sin equipo de montañismo— se encontraban más o
menos a la misma altura que el cuartel general de la
Guardiana Regulante. Tenía una de las tallas de piedra
más complejas de todo el concento: una especie de
bóveda/torre/monumento por el que uno podía pasearse
entre imágenes de los planetas, las lunas y de algunos de
los primeros cosmógrafos que los habían estudiado. En
medio de la obra había una cancela: una barrera que se
podía subir y bajar. En ese momento estaba levantada del
todo, lo que nos dejaba libre el paso hasta otra escalera,
encajada en la parte superior de un arbotante, que nos
llevaría a las entrañas del Præsidium. De haber estado
cerrada la barrera no habríamos podido ir más que por
una especie de puente hasta la zona de la Guardiana
Regulante.
Cord y yo recorrimos el lugar despacio para apreciar las
tallas y los mecanismos. Luego subimos. La dejé ir delante
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