Page 164 - Anatema - Neal Stephenson
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aburrimiento es la máscara que oculta la impaciencia»). La
miré a los ojos. Nos hicimos a un lado. Dado que nadie se
opuso, nos fuimos.
Como he mencionado, los Dieces tenemos una serie de
torretas en lugar de una nave. La más delgada era una
escalera en espiral que llevaba al triforio, una especie de
galería elevada que bordeaba todo el interior del
presbiterio por encima de las pantallas y por debajo del
alto clerestorio. A un extremo de nuestro triforio había
otra escalerita que llevaba al lugar de las tañedoras. A
Cord le interesaba. La observé recorrer con la vista las
cuerdas de las campanas hasta el punto donde se perdían
en las alturas del Præsidium. Comprendí que Cord no
descansaría hasta ver lo que había en el otro extremo de
las cuerdas. Así que fuimos hasta el otro lado del triforio
y subimos por otra escalera. Ésta ascendía en zigzag hasta
la torre que anclaba la esquina suroeste de la Seo.
Los arquitectos cenobíticos eran unos inútiles en lo que a
muros concernía. Podían levantar pilares. Los arcos se les
daban bien. Sobre las bóvedas, que no eran más que arcos
tridimensionales, lo sabían todo. Pero les pedías que
levantaran un simple muro y se venía abajo. Allí donde
cualquier otra persona hubiese construido un muro, ellos
llenaban el espacio con un sistema de arcos y celosías. Si la
gente se quejaba del viento, las alimañas y de otros
problemas que los muros de un edificio normal no
hubiesen dejado pasar, era posible que se molestasen en
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