Page 166 - Anatema - Neal Stephenson
P. 166

para  que  lo  viese  todo  sin  obstáculos  y  sostenerla  si  se


          mareaba. Porque estábamos muy por encima del nivel del

          suelo, subiendo por la curva de un arbotante de piedra

          que, cuando lo mirabas desde el suelo, parecía tan grueso


          como un hueso de pájaro. Cord agarraba el pasamanos de

          hierro  con  las  dos  manos,  se  movía  despacio  y  parecía

          estar disfrutando. Luego atravesamos una especie de arco


          cenobítico grueso y complicado construido en la esquina

          del Præsidium, como a la altura de los campanarios.

            Desde allí sólo podíamos subir: una serie de escalones


          formaban una espiral en el interior del Præsidium, entre

          sus muros de celosía. Pocos turistas estaban dispuestos a


          emprender  esa  subida,  y  muchos  de  los  avotos  estaban

          extramuros,  así  que  teníamos  todo  el  Præsidium  para

          nosotros.  Dejé  que  Cord  disfrutase  de  la  vista  hasta  el


          suelo del presbiterio. Los patios de los Guardianes, que

          estaban justo debajo, tenían forma de claustro, es decir,


          cada uno tenía un enorme agujero cuadrado central por

          donde pasaba el Præsidium, rodeado por pasajes desde

          los  que  se  veían  el  presbiterio  y,  hacia  arriba,  el


          astrohenge.

            Desde el balcón Cord siguió las cuerdas de las campanas

          hasta  arriba  y  quedó  satisfecha  al  comprobar  que,


          efectivamente, estaban conectadas al carillón. Pero desde

          allí quedaba claro que había más cosas conectadas con las

          campanas:  ejes  y  cadenas  que  descendían  por  la


          cronosima, donde los mecanismos automáticos marcaban



                                                                                                          166
   161   162   163   164   165   166   167   168   169   170   171