Page 219 - Anatema - Neal Stephenson
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digamos que intentando reconciliar sus ideas con las de
los orithenanos.
Miré a los imizares. En la rotonda, se habían pasado un
rato elucubrando sobre el tamaño de ciertas partes de la
anatomía de Cnoüs (ocultas bajo un pliegue de su ropa) y
luego habían debatido acerca de quién les gustaba más:
Deät, que convenientemente se arrodillaba, o Hylaea, que
ya iba desnudándose. En la cámara donde nos
encontrábamos, se habían reunido bajo el fresco más
destacado, en el que se veía a un hombre furioso de barba
negra que bajaba a toda prisa los escalones del templo
blandiendo un rastrillo para asustar a un grupo de
jugadores de dados trastornados y exasperados. Estaba
claro que les encantaba esa imagen. De momento habían
sido muy dóciles. Así que me acerqué y se lo expliqué:
—Ése es Diax. Era famoso por su pensamiento
disciplinado. Cada vez más le inquietaba la forma en que
los entusiastas se infiltraban en Orithena. Eran personas
que no comprendían el uso de los números que hacían los
orithenanos. Se inventaban todo tipo de cultos
relacionados con los números. Un día, Diax salía del
templo tras cantar el anatema cuando vio a esos tipos
prediciendo el destino por medio de dados. Se puso tan
furioso que agarró un rastrillo de jardinero y lo empleó
para echar del templo a los entusiastas. Desde ese día, él
digirió el templo. Acuñó el término «teorética», y sus
seguidores se autodenominaron «teores» para
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