Page 220 - Anatema - Neal Stephenson
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distinguirse  de  los  entusiastas.  Diax  dijo  algo  que  nos


          sigue  pareciendo  muy  importante:  que  no  deberíamos

          creer algo simplemente porque nos gustaría creerlo. A esa

          idea la llamamos el «Rastrillo de Diax», y en ocasiones nos


          la repetimos para recordarnos que no debemos permitir

          que las emociones subjetivas nublen nuestro juicio.

            La explicación resultó demasiado larga para cuatro de los


          imizares, que me dieron la espalda en cuanto fui más allá

          de la pelea con el rastrillo. Me di cuenta de que uno de

          ellos,  el  que  llevaba  el  brazo  en  cabestrillo,  tenía  una


          curiosa  protuberancia  a  lo  largo  de  la  espalda  que  le

          sobresalía unas pulgadas por encima del cuello del jersey.


          Normalmente quedaba oculta bajo la cola de la capucha,

          pero cuando volvió la cabeza la vi con claridad. Era como

          una segunda columna exoesquelética fijada a la natural.


          En  la  parte  de  arriba  tenía  una  cajita  rectangular,  más

          pequeña que la palma de mi mano, con un kinagrama en


          el  que  una  figura  grande  daba  puñetazos  a  una  más

          pequeña.  Era  uno  de  los  cepos  espinales  que  Quin  nos

          había descrito a Orolo y a mí. Supuse que desactivaba el


          brazo derecho del hombre.

            Un fresco en el techo, al otro extremo, representaba la

          erupción de Ecba y la destrucción del templo. La siguiente


          serie  de  galerías  contenía  imágenes  y  artefactos  del

          periodo  Peregrín  posterior,  con  espacios  separados

          dedicados a los Cuarenta Menores y a los Siete Grandes


          Peregrines.



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