Page 248 - Anatema - Neal Stephenson
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—No se te ocurre que sea labia hasta que no lo comenta


          alguien  de  mayor  edad  y  más  sabiduría.  Y  luego  se  te

          calienta la cara de vergüenza.

            Luego más música, mientras la mayoría de los avotos nos


          poníamos  en  pie  para  recoger  platos  y  traer  postres.  El

          entretenimiento,  que  al  principio  había  sido  tan

          intimidante,  se  había  vuelto  más  fácil  de  disfrutar.  La


          mayoría de los villancicos que tradicionalmente sonaban

          por los altavoces de las tiendas y ascensores en esa época

          del  año  derivaban  de  música  litúrgica  que  se  había


          originado  en  los  cenobios  y  se  había  filtrado  durante

          Apert,  y  por  tanto  muchos  de  los  visitantes  quedaron


          agradablemente  sorprendidos  al  oír  melodías  familiares

          surgiendo de los labios de unos tipos raros envueltos en

          telas.


            El  postre  era  pastel  en  lámina  servido  en  bandejas

          anchas. Uno acabó frente a Arsibalt… no por coincidencia.


          Tomó la espátula para servirlo: una hoja plana de metal

          como del tamaño de la palma de un niño. Justo antes de

          que la hubiese hundido en el pastel, tuve una idea, y se lo


          impedí.

            —Que lo haga Dath —dije.

            —Como anfitriones, tenemos el deber de servir —objetó


          Arsibalt.

            —Entonces, lo servirás tú, pero quiero que Dath haga los

          cortes —insistí. Le quité la espátula de la mano y se la pasé


          a Dath, quien la aceptó dubitativo.



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