Page 267 - Anatema - Neal Stephenson
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Dado que el único propósito del Libro era castigar a sus
lectores, cuanto menos se diga, mejor. Estudiarlo, copiarlo
y memorizarlo era una penitencia extraordinaria.
En el concento, al igual que en otros muchos
asentamientos humanos, había una cantidad ingente de
tareas desagradables o tediosas, como limpiar los jardines,
mantener las alcantarillas, pelar patatas y sacrificar
animales. En una sociedad perfecta, nos habríamos
turnado para realizarlas. En la vida real había reglas y
códigos de conducta, que se violaban de vez en cuando, y
la Guardiana Regulante se encargaba de que los culpables
se ocupasen de realizar los peores trabajos. No era un mal
sistema. Cuando desatascabas una letrina como penitencia
por haber bebido de más en el Refectorio, puede que no
pasases muy buen día, pero lo que contaba era que las
letrinas eran necesarias; en ocasiones se atascaban y algún
fra o sur debía limpiarlas, ya que no podíamos llamar a un
fontanero de fuera. Así que tal penitencia producía cierta
satisfacción, porque el trabajo tenía sentido.
El Libro no tenía ningún sentido, lo que lo convertía en
una penitencia especialmente temida. Tenía doce
capítulos. Al igual que la escala empleada para medir
terremotos, cada uno era exponencialmente peor que el
anterior, por lo que el capítulo seis era diez veces peor que
el cinco y así sucesivamente. El capítulo uno no era más
que una muestra, que se aplicaba a niños delincuentes y
que se podía completar en una o dos horas. El dos requería
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