Page 271 - Anatema - Neal Stephenson
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Disponía de tinta y hojas de sobra, así que me puse a
escribir el relato que has estado leyendo. Mientras lo hacía,
me inquietó la idea de que los acontecimientos de las
últimas semanas seguían un patrón que no había sido
capaz de percibir. Lo atribuí al estado mental alterado que
sufre un prisionero solitario sin más compañía que el
Libro.
Un día, cuando llevaba unas dos semanas de penitencia,
unas campanas extrañas interrumpieron mi trabajo
matutino. Por el arco de la puerta veía las cuerdas de las
campanas que iban del balcón de las tañedoras al carillón.
Me situé al otro lado del palé, dándole la espalda a la
ventana, para observar el tirón y recogida de esas cuerdas.
Se suponía que todos los avotos eran capaces de descifrar
los repiques. A mí nunca se me había dado especialmente
bien hacerlo. Los tonos se fundían en mis oídos y no podía
extraer la pauta. Pero, por alguna razón, me resultó más
fácil hacerlo viendo el movimiento de las cuerdas: para
esas cosas mis ojos eran mejores que mis oídos. Podía ver
de qué manera el movimiento de una cuerda dependía de
lo que su vecina hubiese hecho en un toque anterior. En
uno o dos minutos, sin tener que pedir ayuda, reconocí
que era una llamada a Eliger. Alguien de mi cosecha iba a
unirse a una orden.
Después de los repiques, pasó media hora antes del inicio
del auto, y otra media más de cantos antes de que oyera a
Statho entonar el nombre de Jesry. A continuación
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