Page 315 - Anatema - Neal Stephenson
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estaba encajado y unido con licencias que hubiesen sido la


          envidia  de  Cord.  Era  una  gran  estancia  cúbica  de  diez

          pasos cuadrados forrada de libros. A mi derecha ardía un

          fuego  en  el  hogar;  a  mi  izquierda,  la  límpida  luz


          septentrional  entraba  por  una  ventana  en  saledizo  tan

          grande  que  creaba  un  espacio  propio,  tan  ancho,

          redondeado  y  confortable  como  Arsibalt,  que  estaba


          sentado  en  su  centro  leyendo  un  libro  tan  antiguo  que

          tenía que pasar las páginas con pinzas. Así que después de

          todo  no  me  había  visto  subir  al  árbol.  Podría  haberme


          escabullido.  Pero  me  alegraba  no  haberlo  hecho.  Era

          agradable verle.


            —Podrías ser el mismísimo Shuf —dije.

            —Calla —me ordenó, y miró a su alrededor—. La gente

          se mosqueará si hablas de esa forma. Oh, todas las órdenes


          tienen sus escondrijos. Islas de lujo que hacen que sante

          Cartas se revuelva en su sarcófago de calcedonia.


            —Ahora que lo pienso, un sarcófago bastante lujoso…

            —Déjalo, en invierno es frío como el infierno.

            —De  ahí  la  expresión  «frío  como  el  sarcófago  de


          Cartas…».

            —Calla —repitió.

            —¿Sabes,  Arsibalt?,  si  el  capítulo  edhariano  tiene  un


          escondrijo lujoso, todavía no me lo han enseñado.

            —Son los raros —dijo, poniendo los ojos en blanco. Me

          miró  de  arriba  abajo—.  Quizá  cuando  alcances  cierta


          posición…



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