Page 455 - Anatema - Neal Stephenson
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habían  visto  regresar  entristecida  después  de  haber


          faltado a la cena; a mí me habían visto volver con mala

          cara no mucho después; por tanto, yo le había hecho algo

          malo.  Hasta  mucho  más  tarde  no  comprendí  lo  más


          simple: otros habían percibido que Ala tenía ojos para mí,

          y si Ala se sentía triste sólo podía ser porque yo le había

          hecho algo —no importaba qué— malo.


            De golpe, me rechazaban todas las jóvenes del cenobio. Y

          todas  parecían  permanentemente  horrorizadas,  porque

          ésa era la cara que ponían en cuanto me veían.


            Empeoró  con  el  tiempo.  Si  Ala  se  hubiese  limitado  a

          escribir un relato de lo sucedido y me lo hubiese clavado


          en el pecho, la situación no habría sido tan nefasta; pero,

          como la cantidad de información relativa a lo que yo había

          hecho era nula, la imaginación de los demás se disparató.


          Las jóvenes sures se alejaban de mí haciendo muecas. Las

          de mayor edad me miraban con furia durante la comida.


          «No  importa  lo  que  hayas  hecho,  joven…  sabemos  que

          algo hiciste.»

            No  volví  a  ver  a  Ala  durante  cuatro  días,  lo  que  era


          estadísticamente  improbable.  Daba  a  entender  que  las

          otras  sures  actuaban  como  vigías,  siguiendo  mis

          movimientos para poder decirle a Ala dónde no estar.


            Arsibalt  estaba  tan  alterado  que  apenas  pudo  hablar

          hasta tres días más tarde, cuando vino a comer todo sucio

          y me dijo en susurros que había recuperado la tablilla del


          lugar  donde  Jesry  y  yo  la  habíamos  enterrado



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