Page 52 - Anatema - Neal Stephenson
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segundo a siete. Simplemente mirándolos se podía
deducir que estábamos aproximadamente en 3689.
Mucho más alto en el Præsidium, en las zonas superiores
de la cronosima —el vasto espacio que había tras las
esferas, donde convergían todos los mecanismos—, había
una cámara sellada herméticamente que contenía una
sexta pesa: una esfera de metal gris que subía y bajaba por
medio de un tornillo. Era lo que mantenía el reloj en
funcionamiento mientras le dábamos cuerda. Excepto en
ese caso, sólo se detenía si el meteorito estaba en el suelo…
es decir, de no haber celebrado el auto diario de Provenir.
Si eso sucedía, el reloj desactivaba gran parte de su
maquinaria para conservar energía y pasaba a
hibernación, impulsado por el lento descenso de la esfera,
hasta que se le volvía a dar cuerda. Esa situación sólo se
había dado durante los tres Saqueos y en unas cuantas
ocasiones más en que todos los residentes en el concento
habían estado tan enfermos que no habían podido dar
cuerda al reloj. Nadie sabía cuánto tiempo permanecería
funcionando el reloj en ese modo, pero se estimaba que
unos cien años. Sabíamos que había seguido funcionando
durante todo el periodo posterior al Tercer Saqueo,
cuando los Milésimos se habían ocultado en su risco y el
resto del concento había permanecido deshabitado
durante siete décadas.
Las cadenas se perdían en la cronosima, donde colgaban
de las ruedas dentadas que hacían girar los ejes,
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