Page 593 - Anatema - Neal Stephenson
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El repique disminuyó de volumen lentamente, hasta que


          no supe distinguir si oía las campanas o sólo su eco en los

          oídos. Quedaba un sonido bajo, sólido y firme pero tenue

          en la distancia. De alguna forma sabía que llevaba horas


          oyéndolo. En los momentos de duermevela, cuando me

          daba la vuelta o tiraba de las sábanas, me preguntaba qué

          sería mientras volvía a quedarme dormido. Una respuesta


          evidente era que algún pájaro nocturno. Pero el sonido era

          grave, demasiado para ser un gorjeo: más bien como si

          alguien tocase una flauta de diez pies de largo semillena


          de piedras y agua. Y no era habitual que los pájaros se

          quedasen  en  el  mismo  sitio  haciendo  ruidos  en  plena


          noche. Así que algún anfibio, entonces, loco por aparearse,

          en una piedra junto al agua hinchando la garganta. Pero el

          sonido  era  regular.  Seguía  un  patrón.  Quizá  fuese  el


          zumbido de un generador. Una bomba de irrigación del

          valle. Los camiones bajando una cuesta usando los frenos


          de aire.

            La curiosidad y la vejiga llena me mantenían despierto.

          Al  fin  me  levanté,  moviéndome  en  silencio  para  no


          despertar a Lio, y tiré de mi manta. Por pura costumbre

          iba a envolverme en ella. Luego vacilé, recordando que se

          suponía  que  debía  vestir  ropa  de  extramuros.  Con  la


          escasa luz previa al amanecer no veía el montón de ropa

          interior y demás que había dejado la noche anterior en el

          suelo. Así que retomé el plan A, quité la manta de la cama,


          me envolví en ella y salí.



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