Page 594 - Anatema - Neal Stephenson
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El sonido parecía venir de todas partes, pero, para
cuando hube usado la letrina y salido al aire frío de la
mañana, ya iba haciéndome una idea sobre de dónde
procedía: de un muro de contención de piedra que los
monjes habían construido siguiendo una zona inclinada
de la montaña para evitar que su carretera se desmoronase
al fondo del valle. Al caminar hacia él mi percepción se
aclaró de pronto y agité la cabeza asombrado de mi
estupidez por haber imaginado que era un anfibio o un
camión. Era sin ninguna duda una voz humana.
Cantando. O más bien zumbando, porque llevaba con la
misma nota desde que me había despertado.
La nota cambió ligeramente. Vale, así que no era un
zumbido. Era un cántico. Uno muy, muy lento.
No queriendo llegar hasta fra Jad y molestarle, me moví
alrededor de la hierba húmeda del campo de tiro del
centro hasta poder verle a una distancia de un par de
cientos de pies. El muro de contención corría en segmentos
rectos unidos por torres redondas y planas como de unos
diez pies de diámetro. Fra Jad había rescatado su paño del
equipaje, lo había engrosado hasta el espesor de invierno
y se lo había puesto, para luego subirse a un pilar desde el
que abarcaba una buena panorámica del desierto, al sur.
Estaba sentado sobre las piernas, con los brazos estirados.
A su izquierda, el cielo era de un púrpura luminiscente
que apagaba las estrellas. A su derecha todavía se veían
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