Page 86 - Anatema - Neal Stephenson
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complicado y no vale la pena explicarlo. La cuestión era


          que, para mantener nuestra fuerza nominal de trescientos,

          en  Apert,  los  dieces  tendríamos  que  conseguir  a  unos

          cuarenta nuevos. Algunos —no podíamos saber cuántos—


          llegarían  del  cenobio  unario.  El  resto  vendría  de  la

          Recolección y tras el recorrido por los hospitales y refugios

          en busca de bebés abandonados.


            Cuando estuviese todo resuelto, tendría que elegir. Fra

          Corlandin  me  estaba  tanteando,  incluso  es  posible  que

          reclutándome, para el Nuevo Círculo.


            Yo  siempre  había  parecido  ser  un  fille  de  Orolo  y  de

          algunos  pocos  edharianos  que  le  ayudaban  con  su


          teorética. Se pasaban días enteros en diminutas salas de

          tiza  y,  cuando  salían,  yo  entraba  para  ver  sus  letras

          entremezclándose en las pizarras… madejas retorcidas de


          ecuaciones y diagramas de los que quizá comprendía un

          símbolo de cada veinte. En ese mismo instante trabajaba


          en un problema que me había puesto Orolo: una tablilla

          fotomnemónica que mostraba una imagen de la nebulosa

          de Sante Tancred, a partir de la cual se suponía que debía


          responder  a  ciertas  preguntas  sobre  la  formación  de

          núcleos  atómicos  pesados  en  los  núcleos  estelares.

          Claramente  no  era  un  ejercicio  del  estilo  del  Nuevo


          Círculo. Por tanto, ¿por qué al Nuevo Círculo se le había

          metido  en  la  cabeza,  precisamente  entonces,  que  yo  lo

          escogiera durante Eliger?







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