Page 20 - El Planeta Prohibido - Stuart W J
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Farman repuso:
—No es usted, doctor, es la nave. Es la diferencia de
velocidad. —Vació su vaso, lo apoyó sobre la mesa y se
dirigió a la salida. Pero al llegar a la puerta se detuvo,
añadiendo—: ¿Le agradaría subir a la cabina de contralor?
En este momento es de lo más emocionante mirar por el
observador grande.
Me aferré a la oportunidad que se me presentaba, tan
ansioso, que dejé la mitad de mi bebida y en menos de un
minuto seguía a Farman hacia la cabina de contralor.
Adams ocupaba el asiento del piloto. Sus ojos estaban fijos
en la pantalla de ocho pies de lado del gran visor. No se
movió cuando entramos, pero Quinn nos vió y se puso
rápidamente de pie. Exclamó:
—¡Ah! —y se pasó la lengua por los labios, en
demostración de sentir sed. Me miró y me dijo—: Siéntese
en mi lugar, si le agrada, doctor —y salió rápido de la
cabina.
Adams habló a Farman, sin darse vuelta.
—Ayúdeme, Jerry. Enseguida.
—Comprendido —respondió Farman y se deslizó en su
asiento, frente al enorme astroglobo que se balanceaba
gentilmente en su caja transparente.
El asiento de Quinn estaba un poco alejado del puesto
del piloto y del correspondiente al astronavegador, entre los
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